jueves, 18 de octubre de 2012

Malos aires

Me pasa un compañero un artículo en el que se recoge la condena de un mes impuesta por un juzgado de Valencia a un hombre por soltar una ventosidad en el transcurso de una discusión con su mujer. Por lo visto, la pareja estaba discutiendo y en un momento dado él se dio la vuelta y, mientras se marchaba, soltó una flatulencia que ella interpretó como un insulto. Ni corta ni perezosa la mujer se fue al juzgado y denunció a su marido por injurias y el juez le ha dado la razón al considerar que el pedo en cuestión, y perdonen la palabra pero es lo que hay, «lesionó la dignidad de la denunciante además de menoscabar su autoestima y honor». 
Dado que yo soy muy respetuosa con la justicia, me he quedado muy preocupada. Si soltar una ventosidad, aunque sea durante una discusión, es violencia de género, ¿Cuántas personas estamos siendo agredidas y no nos habíamos dado cuenta? Y lo que es peor ¿Alguno o alguna de ustedes puede presumir de no haber lesionado nunca la dignidad de su pareja?, ¿hay alguien inocente por ahí? 
Mira que ya tenía yo mala conciencia desde que leí otra sentencia por la que un juez acusó de malos tratos a unos padres que dejaron a su hijo adolescente sin salir un día con los amigos como castigo por alguna trastada que había hecho la criatura. Entonces me callé prudentemente por si me quitaban la custodia de los míos que cuando eran pequeños andaban día sí día también en el cuarto castigados hasta que se les pasara la rabieta de turno, por no hablar de una mañana en la que en un arranque de histeria le lancé al pequeño una zapatilla de estar por casa por encima de la mesa del comedor con tan mala fortuna de que acabé cargándome el jarro de cristal de Murano que me traje de Venecia. 
Puestos a confesar, he de decir que una vez le di una palmada en la mano a la mayor cuando intentaba quitar el protector del enchufe ya que la cría, a sus dos años, no acababa de entender, pese a mis pacientes explicaciones, que aquello era peligroso. Eso sí, por si esta columna llega a oídos de algún juez escrupuloso, tengo que alegar en mi descarga que me he regenerado y que ahora, por si las moscas, ni siquiera grito aunque mis hijos digan que doy más miedo cuando no levanto la voz, pero creo que susurrar con voz de bruja mala no es constitutivo de delito. ¿O sí?
No sé qué pensarán las miles de víctimas de malos tratos que son objeto de insultos, vejaciones y palizas de que se meta en el mismo saco una flatulencia pero yo, por si las moscas, he decidido retirar del menú semanal de casa las alubias y los garbanzos no sea que al final acabemos alguno en los tribunales.

http://www.levante-emv.com/opinion/2012/09/30/malos-aires/940111.html