martes, 7 de agosto de 2012

CUSTODIA COMPARTIDA Por: Pilar Alberdi


Me pregunto si yo habría escrito «La niña que no quería nacer» si no hubiera sido hija de padres separados. Seguramente no. De niña tenía un sueño: tener una familia normal, como yo creía que eran todas, con su papá, su mamá. Una familia con finales felices.
Nuestros libros, sin duda, son reflejo de nuestras vida. Y mi protagonista, Raquel, quiere, ahí es nada, «una familia perfecta...»
Ser un adulto no nos garantiza ser emocionalmente maduros para tener hijos, y muchas veces ni siquiera para educarlos con respeto hacia los demás, incluso hacia el propio cónyuge. 
Antes de escribir este artículo he visitado varias páginas en donde se habla de la Custodia compartida y del Síndrome de alineación parental.
He leído un trabajo universitario en el que se explica en qué pueden acabar convirtiéndose los hijos de padres separados.
«Los niños pasan a ser:
El niño hipermaduro.
El niño espía.
Conflicto de lealtad.
El niño dividido.
El niño colchón.
El niño víctima del sacrificio de su madre/padre.
El niño bajo el síntoma de alineación parental.
El efecto bumerang»
Los autores de este trabajo de investigación, Elia Ros, Arantza Domingo y Olga Beltrán, recogen estos datos de Fernández y Godoy (2005).
Estoy segura de que los niños pasan por uno de esos modelos en distintos momentos del día, de la semana, del mes o del año. Y, a veces,se comportan así el resto de su vida.
Cualquiera que sea hijo de padres separados o divorciados que no mantienen una buena relación lo saben. 
En muchos casos, pasar por una separación de este tipo es como vivir en medio de una guerra.
Nunca hay bastante amor, ni consuelo, ni paz. Y queda ese deseo de lo que pudo haber sido y no fue.
Sólo los que han pasado por estas experiencias saben el calvario que supone. Alguien que en público puede ser o resultar muy educada o educado puede ser despótica o despótico en su familia. 
Las heridas familiares se tornan una llaga que nunca se cierra; que vuelve a supurar en cada fecha de cumpleaños, en Navidad, en los recuerdos... 
En estas guerras los niños aprenden a ser grandes diplomáticos, desertores, héroes o villanos; casi siempre vencidos, rara vez vencedores. Muchos de estos niños cuando se conviertan en adultos, lucharán para que a ellos no les suceda lo mismo cuando formen una pareja; pero para otros, quizá, el camino de la separación se torne en un camino fácil por conocido.
Nosotros hacemos a nuestros niños... Y nos olvidamos de lo que dijo el poeta Khalil Gibran: «Vuestros hijos no son vuestros, son hijos de la vida». 
«Lo que se hace a los niños, los niños lo harán a la sociedad» escribió Karl Mannhein.
Mientras tanto, Raquel, la protagonista de mi libro, sigue buscando su familia perfecta para nacer; al final, sabrá que no la hay.
Ella exige:«Una familia perfecta, que sepa soñar, los espejos cruzar, los caminos de los cuentos recorrer y... que pueda hablar con los animales». Y eso, es muy difícil de conseguir. 

http://tallerdeconstelacionesfamiliares.blogspot.com.es/2012/07/custodia-compartida.html