LA BIOLOGÍA MASCULINA PREDISPONE A CUIDAR Y AMAR A LOS HIJOS
Hoy nadie duda de la naturalidad y la potencia de los vínculos existentes entre madre e hijo. ¿Pero qué pasa con los padres? A ellos la psicología y la investigación, les ha prestado muchísima menos atención. Probablemente porque hasta hace poco la madre se ocupaba casi en exclusiva de la familia. Hoy las cosas han cambiado y redescubrir a la persona que existe tras la imagen insensible que arrastran muchos hombres quizás sea una deuda que con ellos sigue teniendo la sociedad.
Y a medida que conocemos mejor el funcionamiento del ser humano, comprobamos que con los hombres nos habíamos equivocado, sobre todo en lo que tiene que ver con el mundo de los afectos y, en concreto, con el tema de la paternidad. A la luz de la investigación muchas preguntas deberían replantearse de nuevo.
¿Es verdad que las madres poseen un instinto maternal del que no gozan los hombres?
En este tema todavía hoy existen muchos mitos. La mayoría no se ajustan a la verdad.
¿Puede la ciencia aportarnos algo? Haber conocido que los hombres poseen niveles tan altos de testostestora, en parte les ha hecho daño. Con frecuencia se les ha considerado víctimas de un impulso incontrolable que les lleva a buscar pareja, a tener sexo, a ser agresivos, a competir. Un hombre ocupado en eso, ¿tiene lugar para la familia? ¿Y para los hijos?...
Pues por si acaso alguien lo dudaba, la psicobiología ha logrado demostrar que los hombres poseen un instinto paternal similar al femenino. Hay hallazgos que demuestran que están determinados biológicamente para amar y cuidar a los hijos. Igual que las mujeres. El amor de un padre a sus hijos surge espontáneamente. Es una respuesta instintiva que también en ellos, sorprendentemente, empieza a gestarse en el mismo embarazo.
La investigación ha confirmado que las reacciones paternales no se producen solo en varones con hijosRecientemente se ha podido demostrar algo cuanto menos llamativo. Los hombres próximos a ser padres generan en su organismo una serie de cambios. Elevan los niveles de estradiol (un tipo de estrógeno que interviene en el comportamiento maternal femenino). Además reducen los niveles de testosterona, los glucocorticoides y las prolactinas. Este descenso hormonal se mantiene después de que nace el niño y mientras se tiene el contacto con él. Con ello la biología proporciona a los hombres un comportamiento más estable, menos sexual, menos agresivo. Estos datos confirman que ya desde el mismo embarazo la biología les predispone de forma natural hacia la tranquilidad, el cuidado y el afecto,… Les hace ser más tiernos y solícitos
¿Pero qué causa este cambio hormonal? Lógicamente no lo genera la gestación del bebé, como pasa en las mujeres. Entonces, ¿cuál es su origen?
La causa por la que se producen dichas reacciones aún se desconoce. Se especula con que quizás se deba a que el hombre capta señales (visuales, olfativas…) en la pareja embarazada, que le llevan a prepararse para la paternidad y desplegar una transformación bioquímica. Pero tiene que haber algo más. La investigación ha confirmado que ese tipo de reacciones no se producen solo en varones con hijos. Los que no los tienen también experimentan reacciones fisiológicas que les predisponen para dar cariño y ser excelentes cuidadores.
En estudios de hombres sin hijos se comprobaron drásticas reducciones de los niveles de cortisol tras contemplar imágenes de bebés jugando. Estos datos confirman que la biología masculina reacciona espontáneamente en contacto con menores. Se generan reacciones emocionales que predisponeninstintivamente ofrezcan al afecto y cuidado de los niños. Realmente,su naturaleza les lleva a ser buenos padres… Igual que las mujeres
¿Estamos igual de preparados para cuidar de los hijos?
Pero algo no cuadra. Si ambos sexos poseen cualidades innatas para atender las necesidades de los niños, ¿por qué parece que las mujeres disponen de más habilidades? La ciencia ofrece algunas respuestas. Ellas poseen mayor desarrollo y activación de las áreas cerebrales encargadas la empatía y de la detección las emociones. Son funciones cruciales para entender y responder a las necesidades de un hijo. Pero no por ello han de ser mejores en su función parental. A ser padre se aprende. En la educación y el entrenamiento está la clave.
Así que los hombres lo tienen fácil. Hoy sabemos que las capacidades que se trabajan se desarrollan y, en los últimos años, hombres y mujeres han realizado cambios importantes en la forma de pensar y en los modelos de actuación con los hijos y la familia. Así que no parece que las diferencias de partida supongan un gran problema. Para los hombres ha llegado el momento de compensar roles, destruir mitos y disfrutar plenamente de la paternidad porque, por encima de todo, los niños necesitan de sus padres.
Los estudios no ofrecen dudas sobre ello: su presencia es determinante en la vida y en el desarrollo del menor. Recientemente se ha demostrado que cuando se comparte la responsabilidad y atención de los hijos, éstos mejoran el rendimiento escolar y su equilibrio personal. Sus comportamientos son mucho más sanos, poseen menos riesgo de presentar conductas desadaptativas o desequilibrio emocional en la vida adulta. Y no importa si los padres están separados. Cuando se sigue de cerca la evolución de los hijos y se ocupan de su educación y cuidado los efectos son los mismos, aunque no vivan juntos o no se vean a diario.
Así que nada nos impide desarrollar plenamente el papel de padres. Tenemos todo a favor: la biología el deseo y por encima de todo unos hijos que nos necesitan.
No hay duda, un padre es necesario. Por ello la sabia biología, ha dotado a los hombres de mecanismos para cumplir lo mejor posible con ese papel ¡Fue una suerte que Freud no fuese más lejos! Sólo nos propuso que matásemos al padre simbólicamente. Menos mal.