miércoles, 21 de noviembre de 2012

La conjura de los necios


MANUEL MOLINA DOMÍNGUEZ El padre separado con hijos pequeños leyó hace tiempo la novela de John Kennedy Toole, cuyo título comparte este artículo. Recuerda las carcajadas que le provocó la delirante historia de Ignatius, su protagonista. Y también el poso de tristeza que al mismo tiempo se desprende de toda la obra; sobre todo, si se tienen en cuenta las amargas circunstancias que rodearon la vida de su autor. Porque, después de varios años de trabajar en ella, Toole terminó su novela en 1962, a la edad de veinticinco años. Pero tras presentarla a varias editoriales, vio como era sistemáticamente rechazada. Seguramente ese hecho, unido a problemas emocionales derivados de traumas familiares, le sumieron en una profunda depresión. Siete años después, Toole acopló una manguera de goma al tubo de escape de su coche, metió el otro extremo por la ventanilla, y se introdujo en el vehículo con el motor en marcha, quitándose la vida. La madre de Toole halló el manuscrito y, después de una perseverante peregrinación, consiguió que fuera publicada en 1980. Aunque Toole ya no pudo verlo, la novela fue un gran éxito. El año siguiente le concedieron el premio Pulitzer por ella.
El padre separado con hijos pequeños fue uno de esos pioneros que, hace años, empezaron a no conformarse con desaparecer de las vidas cotidianas de sus hijos tras los divorcios. Luchó con todas sus fuerzas y por todos los medios a su alcance por conseguir la custodia compartida de los pequeños. Porque creía „y cree„ que los hijos tienen derecho a seguir conviviendo de forma equitativa con ambos progenitores, a seguir disponiendo de ambos „padre y madre„ en sus vidas. Pero se vio obligado a luchar por ese objetivo durante "los años de plomo" del poder anticustodia compartida en España. Unos años en los que influyentes lobbies se empeñaron en que los hijos quedaran bajo la custodia de uno solo de los progenitores, a fin de que sirvieran como instrumento de chantaje y arma arrojadiza contra el otro. El padre se encontró, por ello, en su camino con curiosos agentes entorpecedores: desde meros corifeos zancadilleantes, hasta aquella guasona JASP (la que creía que Kramer contra Kramer iba sobre un ciudadano polaco con tendencia a la autolisis) y su colega Ojáncana (¡qué pequeño es esto!) siempre en la sombra. Por eso, el padre tuvo que ofrecer grandes sacrificios económicos a los dioses de ese Olimpo anticustodia compartida. Sacrificios que, no obstante, no fueron suficientes: fue castigado hasta casi no poder levantar cabeza. Pero fue tal su empeño, que finalmente consiguió su propósito principal; y aunque le robaron varios años de convivencia con sus hijos (años que nunca volverán; lo cual él nunca olvidará), por fin podría tenerlos consigo la mitad del tiempo y seguir ocupándose de ellos como hacía antes de la separación.
El padre separado con hijos pequeños ha estado ojeando la prensa. Y ha leído con asombro que hace unos días varios diputados del Congreso (miembros de grupos políticos presuntamente progresistas) han enviado mensajes en los que acusan al parlamentario Toni Cantó y sus compañeros de UPyD, de que con éstos ha entrado en el Parlamento "la voz de los maltratadores" (refiriéndose claramente a los maltratadores de mujeres). El motivo: que Toni Cantó haya defendido públicamente la necesidad de que la legislación española favorezca la custodia compartida (la medida más aconsejable para los menores, siempre y cuando ambos progenitores sean responsables) en términos de igualdad real acorde a los tiempos. Del mismo modo en que ya sucede „leyes autonómicas mediante„ en Aragón y en la Comunidad Valenciana, y va camino de implantarse en otras.
El padre separado con hijos pequeños siempre ha abominado del maltrato a las mujeres. Le repugnan quienes, aprovechándose de la fuerza física o cualquier tipo de ventaja, maltratan e incluso asesinan a personas indefensas. Y educa (ahora que puede volver a hacerlo) a sus hijos en dicha idea: que nadie (sea cual sea su sexo) puede someter o aprovecharse de otros; que quien lo hace merece ser castigado con firmeza; y que las víctimas deben ser protegidas con medidas preventivas eficaces. Por eso se pregunta cuánta estulticia o mala fe (o ambas) se precisa para insultar de una manera tan ruin a alguien, sólo porque defienda la custodia compartida; por ejemplo a Toni Cantó, quien además tuvo la desgracia de perder a una hija en un accidente.
Por todo ello, a estas alturas el padre separado con hijos pequeños ha pasado del asombro a la perplejidad; y de ésta al estupor. Y -al acordarse de los ofensivos y demagógicos mensajes de esos diputados supuestamente tan progresistas (y sus secuaces)- no puede evitar pensar en el certero título de la novela de John Kennedy Toole.
http://www.diariodemallorca.es/opinion/2012/11/21/conjura-necios/809442.html