Quienes le conocen dicen que no se rinde -ahora recurre ante el Supremo la sentencia- porque este juez sabe de todo, menos de miedo.
Su juzgado es uno de los pocos en toda España que va al día, pero el juez de familia Francisco Serrano no ha saltado a los medios por haber recibido ningún premio, sino por haber permitido a un hijo de padres divorciados pasar un día y medio más con su padre para poder salir en procesión. Quiso defender el interés del menor y paga dos años sin empleo ni sueldo como precio.
La primera pregunta es obligada, pero de obvia, suena absurda. “¿Qué cómo me encuentro? Pues imagínese, tengo familia e hipoteca, ahora estamos viviendo con el seguro de responsabilidad civil pero, cuando se acabe, me veo en la indigencia”. El juez Serrano habla apresurado, más enfadado que resignado, porque confía en la justicia y porque está seguro de que, una vez en el Supremo, será absuelto de la prevaricación culposa (no intencionada) por la que le ha condenado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
No será él el que deje de hacer su trabajo por miedo, porque sueña con volver a los juzgados y seguir siendo el de antes, pese a quien pese. “Si yo volviera tendría que ser el mismo porque, si no puedo, ¿qué clase de juez soy?, ¿si sentencio con miedo, dónde queda la independencia judicial?”. Aunque la de ahora es la situación más grave en la que se ve, el titular del juzgado sevillano ha atravesado muchas otras dificultades en sus años de ejercicio. Primero alzó la voz contra la Ley Integral contra la Violencia de Género por considerar que vulnera algunos derechos del hombre, y se lio la marimorena. “Me han vetado en coloquios y conferencias, han vulnerado mi libertad de expresión”. Luego llegaron las críticas por las numerosas custodias compartidas que concedía, igualando en derechos y obligaciones a padre y madre, frente a la más extendida custodia para la madre con calendario de visitas del padre. Por eso también le atacaron. Los mismos que le cuestionaron cuando, en otra ocasión, otorgó la custodia a la madre pero puso una pensión muy alta al padre -un hombre con alto poder económico- para que el niño no se dejara deslumbrar por el alto nivel de vida de uno de los progenitores en perjuicio del otro.
Parece que, de un tiempo a esta parte, la actuación del juez Serrano está sometida al escrupuloso juicio de determinados sectores - “de la ideología radical de género” dice él- y que se ha ganado algunos enemigos - “muy poderosos, por lo que se ve”-.
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